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martes, 26 de enero de 2016

"A veces la tarea del artista es descubrir cuánta música se puede hacer con lo que a uno le queda.”



La historia de Yitzjak Perlman, un excepcional violinista de nuestra época, que a lo largo de su vida ha tenido que enfrentarse cara a cara con la adversidad la conocí a través de mis hijos que lo admiran.
y es así...

Cuando era niño contrajo la polio y su movilidad quedó muy reducida de por vida. Pero esto no fue impedimento para que llegara a ser uno de los mejores violinistas conocidos mundialmente.

El 18 de noviembre de 1995 salió al escenario a dar un concierto en el Lincoln Center en New York. Su público estaba habituado al ritual con que este músico subía al escenario; su dificultad y dolor al caminar, la manera en que se sentaba, ubicaba sus muletas, tomaba su violín y se entregaba a la música, era algo que todos acompañaban con naturalidad, entregándose a la genialidad de este artista increíble…admirándolo en su entrega a lo que ama...aun con semejantes dificultades...
                                            
                                           Pero ese día de noviembre algo pasó. 

Algo que pocas veces ocurre. A los pocos minutos de un ilusionado concierto y de haber comenzado su magistral presentación  una de las cuerdas de su violín se rompió. En ese momento, en todo el teatro, se escuchó el especial sonido y todos supieron lo que eso significaba.
                                        
                                           El silencio los invadió  a todos…

Todos acompañaron el silencio de ese momento esperando que el artista cancelara el concierto o suspendieran hasta encontrar otro violín o repusieran este….

                                            Pero el artista no se movió… 
Itzhak Perlmanesperó por unos minutos, cerró los ojos, y le pidió al director que comenzara de nuevo desde el mismo lugar donde había quedado….

Comenzó suavemente y siguió con pasión, con pureza, con fuerza…
Dicen que tocó como nunca, que fue el mejor concierto que se haya escuchado nunca…

                                           El hizo esa noche lo imposible.


En lugar de concentrarse en la cuerda que se había roto, se concentró con toda su energía, talento y ganas, en las otras tres cuerdas que le quedaban. Y con ellas siguió adelante y superó todas las expectativas. 

Si bien es sabido que es imposible tocar un violín con tres cuerdas y que es por eso que los violinistas suelen llevar un violín de reserva, Perlman se negó a esa realidad, entregó lo mejor y lo hizo de manera tal que no se pudo notar la diferencia, superó con esa entrega sus anteriores presentaciones.

Cuando terminó de tocar, el silencio primero de la sala se rompió en un increíble aplauso y hubo una gran ovación. Todos se pusieron de pie demostrándole que apreciaban su entrega y profesionalidad y su gran amor a la música.
                       
                        El levantó su violín y se hizo un silencio nuevamente, sonrió y  le dijo al público: 
                                      
                                     “¿Saben? A veces la tarea del artista es descubrir
                                      
                                       cuánta música se puede hacer con lo que a uno le queda.” 


Una lección de vida... 

Un paso mas...














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